Cae lentamente creando una pequeña duna
ese reloj de arena que arbitrario mesura
la vida, los momentos y los instantes.
Acaso regirse por la luz del astro rey
su ígnea presencia que persigue las formas
y traza el movimiento en el suelo
de todo lo activo y pasivo,
transformando todo lo que existe
en algo visible y tangible con su luz
no es suficiente?
Acaso la luna, espejo plataeado,
o dorado o rojo según la atmósfera
romántica y febril nocturna,
suspendida en el velo negro,
como dama seductora de la penumbra,
de la oscuridad impenetrable,
del silencio y la calma,
o del summum de los deseos incontrolables,
la vida bohemia o del eterno divagar,
no es suficiente?
Claro está para la temprana inocencia,
que juega y transcurre su vida sin afanes,
preocupaciones o pretensiones banas.
Claro está para el campesino y
el habitante de la naturaleza en su esplendor,
cuando el alba marca su despertar y labores,
y los ocasos las oportunidades de regocijo,
de compartir alrededor del fuego,
alguna bebida y alimento reconfortantes.
Mas la vorágine atroz, circo patético,
escena cruel de la tragedia humana,
que activa los artilugios que pautan
el frenesí de la vida agitada,
que somete a su rigor despiadado,
los instantes, los momentos
para sentir, emocionarse,
y simplemente existir....