Arde en llamas la inocencia y la vida,
la escoria acecha con sus garras,
para tomarse el motín en su codicia.
Tomándose el elixir de la sinrazón,
embriagados en su inmundicia,
nacieron para vivir muriendo.
Luz roja de sangre y de dolor,
no de atardecer de sierra,
nubes de humo y no de lluvia.
Y sus cantos, su color y su alegría,
yacen apagados bajos las cenizas,
en este paisaje gris que ya no brilla.