Aún tras la media luna, las cruces y las estrellas,
bajo las cúpulas, las torres, campanarios y minaretes,
bajo las banderas rojas, los saludos de brazos violentos,
los amantes son sentenciados al silencio,
al encierro, a la tortura y la muerte.
Aún la sangre brota de su cuerpo y fertiliza
el suelo que los vio nacer y los victimarios,
los victimarios están despojados de sensibilidad,
única tabla de salvación de esta humanidad perdida.
Mas allá del arcoíris brilla el sol
y los colores vibran con intensidad para todos,
nuestra bandera flamea en cada corazón
que siente y vive con toda libertad.
Las luciérnagas de la noche
se esparcen sobre el velo oscuro
brillando desde otros tiempos y espacios
mientras los seres taciturnos
deambulan en la noche callada
tratando de escapar a la ineludible espera
del lecho solitario y el nido vacío.
La tersura del pelaje suave,
la mirada tierna y honesta
del cánido amigo,
del felino ronroneo acariciante,
sean junto al elixir de la vid,
el bálsamo a las heridas del adiós.
Multitudes, un universo social,
un enjambre de individuos
que se mueven en círculo
y se expresan sin palabras.
Sus cuerpos, sus cuerpos plásticos,
sus respiraciones y se detienen,
un espacio de tiempo,
¿qué tiempo? todo se detiene,
luego continua como una calesita
donde la multitud vive y vibra;
y soy parte de ella, uno más.
La pasión es el motor de vivir,
apegado a los sueños,
amando lo intangible y lo concreto,
sucumbo al deseo de crear y proteger
con férrea decisión y darlo todo;
aún en aguas turbulentas,
en suelos áridos
y vientos demoledores.
La pasión me mantiene vivo.
Recorre el silencio los espacios,
todo en calma, detenido, en pausa.
El ritmo agitado se interrumpe
haciendo reverencia al jinete invernal,
quien al abrir su boca, libera un hálito de frio,
enmudeciendo las voces y el canto de las aves,
todo, todo en silencio, todo es silencio.
Que vengan la música y el color,
que nos brinden su calor y alegría,
cargando de júbilo los días grises,
que vengan los bailes y las orquestas,
derritiendo el hielo de los corazones dormidos,
que germine la flor entre la nieve
y atraviese la luz el hielo.
Las semillas germinan,
profundo calan en el suelo las raíces.
Crecen, se elevan buscando la luz los árboles.
Brotan las hojas, las flores y fructifican.
La vida...
el curso de la vida.
Se posan sobre ellos las aves.
Asombrosamente vuelan alto
hacia la bóveda celeste donde se pierde
mi mirada.
Se pierde todo mi ser,
parto sin rumbo, sin brújulas,
ni atavíos.
Integrándome en el cosmos,
bailan alrededor de mi,
las estrellas y cuerpos celestes,
y me pierdo.
La vida...
el curso de la vida.
