Sin verbos que indiquen
que seguimos con vida,
esta tristeza, esta melancolía
nos sostiene en un halo de misterio.
Ya nada califica esta muerte lenta
que enmudece la prosa y el verso,
que en otrora motivara el pulso ágil,
de quien escribiera fantásticos cuentos.
Esta tácita agonía aniquilante
como tinta que mancha la fibra,
sin esbozar vocablo conocido,
solo amorfos sonidos y miedo.
Sin ánimo de expresar sentimientos,
ni historias heroicas del ayer,
los campos fértiles de la imaginación
se secan como un desierto de olvido.