Recuerdo las rosas dibujadas en el suelo
por la sangre derramada por el mártir anónimo.
En el suelo descansaban las aves
que durmieron eternamente por el aire enrarecido.
El agua cristalina y pura fue un sueño,
como real fue lodo donde encallaron las ballenas.
La luz del tesoro prometido a los elegidos,
encegueció mas que sus ojos, si no su ser.
Los labios envenenados tras haber besado con devoción, la piedra en el anillo de la mano derecha.
Así una nave llamada humanidad, amante del artificio, naufragó penosamente.