miércoles, 21 de agosto de 2019

TU Y TU MALDITA CODICIA

Tu que enceguecido por el brillo
del oro en tus arcas,
talando mis bosques
y secando mis fuentes de agua,
escríbase en la historia,
tu ruina total.

Tu que celebraste despilfarrando,
en la mundana abundancia,
arrasando con mi hogar y mi refugio,
exterminando mis generaciones futuras,
escríbase en la historia,
tu holocausto final.

Tu que orgulloso de tu latifundio
me desterraste de mi terruño,
acabando con la vida,
torturando a seres inocentes,
escríbase en la historia,
tu decadencia fatal.





Memorias del Amazonas

El humo negro nos asfixió,
y las llamas nos quemaron vivos.
Si tuviese la virtud de la palabra
tocaría con mi canto de dolor,
a la bestia mezquina y avara,
si en su ser albergara amor.

La inmensa nube nos ahogó,
el fuego destruyo mi familia y mi hogar.
Si el canto alegre de las aves del paraíso
fuesen los suficientemente fuertes
para enmudecer el ruido de la destrucción,
¡oh! justicia ajena a nuestro clamor.

Esta oscuridad que por siempre nos cegó,
hizo arder nuestros corazones.
Si el verde de las hojas enternecieran,
las demoledoras armas del mal,
doblegando su cruel y despiadado avance,
volvería a ver con esperanza un nuevo amanecer.

Cuando todo hecho cenizas,
nuestros cuerpos reducidos y carbonizados.
Si hubiese un mañana de promesa de vida,
la alegria del jardín reverdecería,
el imparable poder del tiempo exterminaría,
a la bestia que nos hizo perecer.