En la oscuridad ventajosa de este espacio,
donde la luz tenue, llega tímida y plácida,
apenas dibuja los contornos en la habitación,
en las galerías y en las salas.
La oscuridad es la reina y se apodera de los rincones
de los escondrijos y profundidades,
donde los habitantes encuentran el goce
de la meditación y la contemplación.
La luz diáfana se rinde ante la penumbra
y todo brillo salta al pequeño haz de luz
que logre llegar a incidir sobre la superficie,
como queriendo insinuar con sencillez
la belleza oculta en cada lugar.
La luz del sol y la luna son irrepetibles,
entonces en la intimidad de este espacio,
la luz de la llama, ha de ser la única fuente de luz,
y en esta delicada atmósfera de luz y sombra,
ha de habitar el ser humilde y callado.
El tiempo ha dejado su huella sobre todo,
la madera, los metales, las piedras y la carne,
estos espacios han sido creados como templos
de esta pátina que es orgullo y canon de belleza.
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