Y con el crepúsculo pasan las horas dormidas
con la mirada impávida posadas en el risco
desde donde se lanzan en picada
las aves marinas, atacando con precisión
los cardúmenes, presas rendidas a sus predadores.
Así las multitudes se asoman a su desgracia
con la ignorancia de un ser que desconoce
su historia y trayecto, entregados con afán
al fracaso vergonzoso y a la autodestrucción.
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