Tarde gris otoñal, apesumbrada y melancólica,
las veredas cubiertas de las hojas caducas y crujientes
al paso sobre su manto de marchitos ocres.
Las calles apacibles de esta villa serrana,
inundadas de música de aves y perros que saludan al pasar,
pidiendo un mimo, un abrazo.
Poco a poco se asoma el sol y el cielo se despeja,
el arrebol en el horizonte y la muralla de sierras
tornan del color del atardecer con sus minerales.
Y el velo que cubría de desvanece
revelando el rostro pensativo del solitario,
cultivando en su cabeza sueños y recuerdos.
Luego el estadio inerte de las hojas,
se elevan con el viento que las convierte
en un torbellino de un paisaje desolador.
Más la magia del otoño, su encanto,
desencadena largos viajes y migraciones,
o el hermetismo en el hogar junto al fuego.
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