Al salir de la milonga, solía mirar al cielo,
admirar las estrellas y la luna,
o cuando aún más tarde me retirara,
irme con el alba de regreso a casa.
Con el corazón hinchado de placer,
con el cuerpo agotado de tanto bailar,
en mi mente y en mi piel saciado de pasión,
de nuevas caminatas aprendidas.
Lleno de memorias de las minas amigas,
de los amigos atorrantes milongueros,
te extraño milonga nuestra, y lloro,
extraño mirar de nuevo al cielo.
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