miércoles, 29 de mayo de 2019

Dibuja en el rostro una sonrisa,
complacen sus sentidos,
ritmos que en otrora viajaran
de un puerto lejano,
de una costa distante en el adios.

Eriza su piel la melodía,
notas sublimes de sentido dolor,
de recuerdos vivos y añoranzas,
sentimientos profundos como un abismo,
donde quedó sepultado un amor.

Es su palpitar agitado,
el golpe de un bandoneón,
el repiquetear de las cuerdas,
de un violín que lloró al partir,
abandonando todo lo que aquerenció.

Avanzan sus pasos con el ímpetu,
que una nave enfrenta la mar,
con el arrastre denso y decisivo,
alcanzando confines insospechados,
pasiones adversas que un piano lamentó.

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