domingo, 25 de agosto de 2024

 Conservaría siempre los abrigos 

en el espaldar de las sillas.

Los zapatos los lustraría 


justo antes de salir a la milonga.


Bajo el sofá que nunca movería 


para barrer los despojos que arrastra el viento 


escondería la pluma para escribir los bocetos 


que creía haber perdido en su diario afán


Las cosas permanecerían tal como las dejó


sin olvido ni memoria 


simplemente una naturaleza muerta.

El arrebol reflejado en los cristales 

y paciente asomado tras los ventanales 

su rostro se funde en la imagen.


Espera que suceda de nuevo 


que vuelva a sentarse en frente 


en la misma mesita de mármol


tomando de su taza de café


luego le robe un beso


dejándole su número escrito 


en la servilleta de papel


con la cual secó sus labios.

Seguro que el sol se asomaría entre las columnas del templo ese día, el corazón aún atormentado por la visión del barco que desaparecía allá donde el horizonte se curva.

Pasarían innumerables eclipses y lunas de colores

pero ni asomo de su perfume de magnolias

cuando en primavera su rostro rejuvenecía como flores regadas por el rocío.


Embriagarse de aromas y especias, así como emocionarse por la magnitud de los templos erigidos a los dioses 

eran presagio de un mañana sin su presencia.


Explorando los mares de noche para observar los astros y las estrellas 

conservando la esperanza que alguna carta de navegación lo volvería a entregar en sus brazos.