Había un bosque desconocido
de troncos ordenados que yacían
recios e inmóviles.
Un humo los cubría
como telón de teatro
que oculta las lágrimas de despedida.
Allí mismo un día de azul sin historia,
una oscuridad sin luz de plata,
atravesaría la gran verde calma,
la terracota y la arenisca,
las curvas de mujeres dormidas,
y los velos bordados
de las novias fugitivas.
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