No es el rojo de los pétalos de rosas
de los jardines de la razón, ni las manos
que empuñan martillos o plumas para escribir,
tampoco es el brillo de la hoz
sobre los campos de trigo que alimenta
tu nación.
Es el rojo de la barbarie y las huestes del mal,
son los puños de la violencia,
son los brillos de las espadas
y de los ojos llenos de ira.