Galopa veloz el jinete del tiempo
y con el la pátina de los años se engrosa
recubriendo la memoria y los textos viejos,
se confundieron en tradiciones orales,
previas a la construcción de las torre,
que llegando al cielo, se olvidaron de la tierra,
para desmoronarse y en el caos de la destrucción,
no solo las hazañas vanas, como monstruos de metal,
irrumpen en los terrenos fértiles y vivos,
donde se hallan los verdaderos textos sabios
que natura supo proteger de la necedad humana.
Si puliesen las lápidas escritas por los vientos,
por las aguas y los agentes que corroen la materia,
desnudando la vergüenza y la infamia,
que un ser minúsculo en la grandiosidad del universo,
jamás mereciese tal reconocimiento por su artificio,
que en otrora tuviese de garras y abrigo
para poder subsistir en un entorno
donde sus hermanos adquiriesen la perfección,
el equilibrio entre los hábitats diversos
hogares generosos de cobijo y alimento,
cuna y semilla de todo lo que nos rodea.
El tiempo vuela como ave de fuego
y el exterminio atroz, generará quizás
un nuevo ciclo, que los anales de historia
no datarán en sus fuentes de saber corruptas,
como la bestia que olvidó su origen.
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