Debo al fuego, el calor,
que cocina los alimentos
y entibia el hogar en los gélidos inviernos.
Debo al viento, el soplo,
que empuja las alas de la aves
y las velas de las naves que zarparon de otros puertos.
Debo al agua, líquido vital,
el caudal de los ríos y los espejos de agua,
sacia la sed e hidrata nuestros cuerpos.
Todos los elementos tienen sentido,
magia, poesía y romanticismo.
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