¡Desde
el edén!
En el edén terrenal, ya no nacen los
sueños, las sensibilidades se secaron al viento cálido que viene del desierto, desierto
artificial de esterilidad humanoide, viles rapaces devoradores de recursos,
consumistas de imágenes y ruidos mal engendrados.
Este paisaje idílico ya no alberga
alegría, solo los seres nobles disfrutan de lo que queda y viven según las
leyes en que nacieron. El ser villano cubierto de un callo duro, es indolente y
posee un aire de conocimiento, que se desvanece como el humo que emana de sus
artilugios, por no decir de sus desdichadas lucubraciones y falsas autoimágenes
de grandeza.
Este rico jardín, incubadora febril de
vida, las horas pasan contadas como gotas de agua que luego desbordan en una
gran inundación de despilfarro, de alardes de fiesta y celebración, de banalidad
elevada a deificación, alabada en templos omnipresentes y atemporales, donde
los nuevos cánones se erigen y se destruyen una y otra vez.
Ya este pedazo de fértil suelo de
ilusiones, perdido y olvidado en los anales de historia natural, espera
silencioso el colapso de la era negra y empiecen los días limpios, un mañana tranquilo,
un futuro sin pretensiones, un porvenir…
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