Acostado en el pasto
en el jardín donde descansan
mis hijos que ya no caminan a mi lado,
miro al cielo infinito
a través de las ramas y las hojas,
parece que la tierra misma
deseara expresar sus emociones
en historias y poemas,
usando el lenguaje del viento, las aves,
el eco de la sierras
y el correr del río en su cauce.
Atiendo sus palabras arrulladoras
me mezo con el movimiento leve
de este suelo que respira y vive.