Dibujaste el infinito con tus pies
y nació el ocho del tango,
para volver eterno un instante,
de fervorosa pasión.
Retamos al tiempo y su agitado frenesí,
y la milonga giró en contra del reloj,
para suspender en el espacio,
las esperas, bailar el silencio...
Fuimos uno, vos y yo,
y se originó el abrazo milonguero,
ese gesto que dice me importas,
ese abrazo que cura heridas.
Rompimos las estructuras y atavios,
e improvisando pasos se gestó el tango,
donde cada se hace suya la herencia,
y la historia se recrea en cada cuerpo.
Dijiste te quiero de la forma más humana
y nació nuestro amado Tango.
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